LA SABANA
por Daniela Elbahara
Era invierno en una ciudad de perpetuo verano. Los aparadores hasta tenían escarcha falsa y motivos gélidos. Esos maniquís ataviados en bufandas, gorros y abrigos eran exagerados e inclusive surreales para Lucía y Eugenia quienes deambulaban por el centro comercial. “Qué vamos a hacer en la noche?” Lucía preguntaba con un poco de desgano mientras Eugenia observaba el aparador. “No sé guey, yo creo que sigo peda… pero hay que hablar con Diana para ver qué plan por que algo me dijo de una fiesta de foráneos.” “Ay no, qué hueva con esas fiestas, son medio raros, como que muy liberales y luego te pones hasta el culo y te tengo que cuidar para que no entres en ‘kermesse mode’ a repartir besos. No, neto ‘not fun for me dear’.” Reclamaba Lucía. “Que amargada estás! Ya cásate, no? O por lo menos consíguete un novio…”
Para ellas era un día extraordinario. Para todos era viernes pero para ellas era el día en el que ‘tenían’ que ir de compras o por lo menos a visitar el clóset de la otra, para intercambiar atuendos, zapatos, collares y bolsas. Y aunque no vestían la misma talla, lograban compartir uno o dos elementos de su planeado vestuario nocturno. Mientras se arreglaban, Diana -su amiga mayor y foránea- les platicaba la historia de cómo había conocido al chico que la invitó a la fiesta a la que iban esa noche. “Estaba en un tren de Madrid a Barcelona y me tocó compartir asiento con Santiago. No era mi tipo pero se me hizo muy buena onda, y como que me tira el pedo pero yo me hago la pendeja. La verdad no me prende, pero siento que de ahí podría salir algún guapo y por eso le di mi celular.”
Lucía conducía su ‘Pointer’ rojo con firmeza. Disfrutaba el reto de encenderlo y meter primera. A penas la habían enseñado a manejar “de cambios” y las subiditas le costaban trabajo pero ahora iba de bajada y todo fluía. Escuchaban algo de The Cure y se sentían darkies pero no sabían que lo dark no tenía nada que ver con dicha agrupación. Después se pasaban a Britney, Cerati, los Babasónicos y Selena. “Vamos muy arregladas para una house party, no?” preguntaba Eugenia mientras Alejandra se retocaba el ‘gloss’ . “Para nada, si ustedes se visten así siempre… no es como que están disfrazadas o sí? Ja ja ja ja se reía burlona Diana.
Entraron despampanantes, llamando la atención de todos. Se veían diferentes por que se veían iguales. Plataforma, faldita, brillitos, gloss, aroma de Victoria Secret, rayitos y pelo lacio entre un grupo de estudiantes de medicina del Tec en donde las chicas de cara lavada si se ponían aretes ya estaban “arregladas”. Diana fue recibida por Santiago como si se tratara de la realeza. Detrás de él dos tipos hicieron lo mismo con Eugenia y Lucía, pero el más apuntado de los tres era Jorge. Se notaba que la había escogido desde el principio. Como si hubiera pegado la foto del Corvette en la pared para no quitarla hasta que el auto estuviera en su cochera. Lucía que se creía la más lista e intentó esquivar el agresivo cortejo pero después de cinco o seis acciones, se convenció.
“Hielo?” preguntó Jorge. “Poco.” Contestó Lucía desinteresada mientras él le servía un trago cargado. Cómo te llamas? Inquirió el galán. “Patricia” declaró Lucía con una carcajada. “No tienes cara de Patricia, para mi que te llamas Lucía…” replicó certero. Y fue ahí cuando Lucía se dio cuenta que él ya había preguntado su nombre y seguramente su teléfono. Entendió que desde ese momento no iba a mover un dedo y que esta vez, los ridículos y conservadores ‘tips’ de su abuela le iban a funcionar. No le llames, no lo veas diario, se va cansar. No des muchas opciones de lugares, déjalo que él ordene por ti. No salgas si él no sale. No pienses, hazte la tonta. Y sobretodo, no abras las piernas hasta que … hasta que ya no aguantes -no sin antes garantizar una relación de noviazgo-.
Pero como Diana estaba en una racha sexual en la cual se acostaba con dos o tres por fin de semana y lo contaba con detalle al día siguiente, Eugenia y Lucía no hacían más que imaginarse el momento con curiosidad. Las dos -de veintiún años-, que mostraban más que cualquiera y coqueteaban más que ninguna, eran vírgenes. Experimentadas ‘cock-teasers’, fósiles en la escuela del flirteo pero ignorantes en el amor y el sexo. No pasaban de dos o tres ‘body rubs’ y un ‘blow job’ para que se traumaran y terminaran a los novios. No se atrevían a dar el paso por que aún tenían mucha conciencia de su cuerpo y sus cambios. Las hormonas y la subidas y bajadas de peso les habían generado estrías extrañas que parecían rasguños de tigre y no sabían que eso, era en lo que menos se fijaba un macho al aparear.
Mientras Jorge bailaba con Lucía, Alejandra se les acercó y balbuceó “Euge ya está peda otra vez guey, se está besuqueando con el amigo de Santi, qué hago?” Y por primera vez Lucía se despojó de su instinto maternal y dijo “Déjala, ya está grande. Yo no voy a mover un dedo, a ver como le hace, pero yo ya estoy por irme.” Y así fue, después de un par de ruegos por parte de Jorge para que se quedara, ella decidió que así lo “picaría” obteniendo un “date” a solas al día siguiente.
No solo fue uno, fueron más de diez en un mes con los que Jorge hizo “brownie points” para llegar al “cherry pie”. Como si hubiera olfateado su virginidad, como si no hubiera mujer más hermosa, más simpática, más inteligente, con más gracia y más interesante que ella. La hizo su novia y al final de cada noche, lograba llegar a más rincones. Descubría cosquillas en partes del cuerpo que ni siquiera ella se conocía, abarcaba más cancha, caminaba más adentro, pisaba más fuerte, presionaba quedito hasta que de un día para otro llegó el día.
La rutina no le agradaba a Lucía, entonces después de un mes de manita sudada y de tocamientos decidió pertenecer al club de Diana. Ya tenía al candidato perfecto, un chico guapo, con mucha labia, estudiante de medicina –lo cual le inspiraba mucha confianza- y lo más importante, foráneo –para que no platicara su hazaña con sus conocidos-. Todo parecía indicar que las cosas iban bien. Cenaron en el lugar favorito de ella, bebieron un poquito más de lo normal y se fueron a “ver películas” a casa de él. Desde el trayecto a su casa, no paraban de tocarse, de besarse, y él de decir motes ridículos, de preguntarle si la quería y demás romanticidades. Ella solo pensaba en como dirigir la luz, de apagar la del techo y prender la lámparita, de quitarse la blusita de gasa rosita y ponerla sobre la lámpara. De besarlo con más fuerza que de costumbre y de tocarle “ahí abajo” mientras lo besaba. Se preocupaba por la forma en la que tendría que respirar y todo esto mientras él le abría la puerta del coche, haciendo puntos para llegar a su cometido. Para tener el corvette en su cochera.
El principio del ‘acostón oficial’, o el destape de Lucía fue muy dulce y tierno, lento y con tacto. Dolió, pero no tanto como para llorar. Ella aguantó el dolor y él aguantó el orgasmo inminente que venía desde el momento en el cual se introdujo en ella. El se vino, lo practicaron un par de veces más como si fuera un ejercicio requerido para adquirir experiencia en poco tiempo y poder disfrutar, pero ella aburrida y adolorida pidió parar. Se recostó en posición fetal sin entender lo que pasaba. Por qué a la gente le gustaba tanto? Qué beneficios tendría ella? Tendría que estar contenta con los besitos y las caricias iniciales que después serían casi escasos regalos para llegar al acto que ella aún no disfrutaba? Tendría que conformase con hacerlo solamente con él sin probar algo diferente o de otro tamaño y olor? Y qué tan especial era este chico para haberle “entregado lo más preciado de uno”?
Cansada de pensar y del forcejeó, durmió una corta siesta y se levantó al baño. A su regreso, Jorge había destendido la cama dejando el colchón desprovisto mientras caminaba rumbo al balcón de su apartamento de estudiante ataviado en bata de toalla y cargando la sábana extendida.
Las manchas de sangre a penas se veían pero el orgullo de Jorge llenaba el cuarto. Colgó la sábana en los rieles del balcón que daba a unos cerros rasurados por las cementeras y gritó a los cuatro vientos sin abrir la boca: “La desvirgué, es mía.”
Qué tan especial era ese chico? Tan especial como esas primeras veces, torpes y dolorosas, pero necesarias para que Lucía después de seis meses de “práctica” se inventara un romance con alguien más, generara una discusión y terminara con él.
Era viernes, pero para Euge, Diana y Lucía, no era un viernes común y corriente, era el primer día de esa semana en el que llenas de expectativas infundadas por las revistas de moda, las telenovelas y las películas se alaciaban el pelo, se probaban prendas y revisaban sus combinaciones en el espejo recapitulando el fin pasado hasta llegar al tema de Jorge.
Qué onda Luch? Hace días que no te ves con Chorch verdad? Preguntó Diana extrañada. “Sí guey, que onda? Se pelearon? O ya de plano cortaste?”
“Qué comes que adivinas?” balbuceo Lucía mientras abría la boca para abusar del kohl y delinearse los ojos.
“Three word for you bitches.”
“NEXT IN LINE”
1 Comments:
Guadalajara on my mind! jaja
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