Tuesday, March 06, 2007

De mosqueteros y otras historias

Siempre he creído que no hace falta ser un niño o niña para leer y escuchar cuentos. Cuando era chica, mi mamá solía leerme al pie de la cama; su manera de narrar, teatral y tierna, podía convencerme de todo. Después los cuentos pasaron a ser el fuerte de mi papá quien por horas describía el panorama político del país y daba su opinión, en la cual yo inocentemente basaba la mía. Al llegar a mi adultez temprana o mi tardía adolescencia, los cuentos que leía o escuchaba provenían de los medios y fue así como me di cuenta de que no sólo quería leerlos o escucharlos, sino que también quería escribirlos. Lo malo es que desde entonces estoy medio desfasada por que ahora los cuentos ya nadie los cree -aunque parezca que sí-.


Precisamente hablando de cuentos me atrevo a tocar un tema por demás trillado pero poco atendido: la situación actual del cine mexicano. No es necesario que me ande con rodeos y exponga aquí una resumida biografía de nuestro cine; de eso ya se han encargado grandes historiadores y escritores. Tampoco les daré estadísticas y mucho menos recapitularé cada gran momento que de un tiempo para acá han tenido los famosos “tres mosqueteros”, el triunfo de la adaptación de Betty la Fea o la ruptura de cierto escritor con cierto director (digna de desbancar el escándalo de Niurka y Bobby Larios en el TV Notas).


Me gustaría destacar lo no destacable, lavar la ropa sucia en otro patio, contarle al vecino que lo que ve no es lo que piensa y que los grandes pasos que supuestamente ha dado el cine mexicano no son tales. El hecho de que tres películas de directores mexicanos hayan sido nominadas o premiadas no significa que nuestro cine haya mejorado o se haya reinventado. La pregunta es inevitable: ¿Por qué justamente ahora el país se adjudica los honores, cual campeonato de fútbol, si estos “jugadores” hace tiempo que no juegan en casa?


No juegan en casa por que no hay industria. Para que un proyecto cinematográfico sea aprobado por el gobierno, tiene que tener diversos fondos económicos que lo sustenten. Para tener fondos se buscan co-producciones, patrocinios, inversionistas y ¿por qué no? mecenas. Para tener fondos se necesitan muchas relaciones, contactos y “amigos”, y para tener todo esto hay que tener dinero o acceso a este, pero en México, para muchos cada vez es más complicado tenerlo. Por si fuera poco, no es fácil conseguir financiamiento externo por los mismos precedentes de nuestro cine en los últimos años.


Por otro lado, para ser cineasta no sólo basta querer serlo. Unos optan por estudiar comunicación, ya que las escuelas de cine son pocas, exclusivas y a veces innecesarias. Después de una licenciatura y cursillos varios, los jóvenes comienzan a hacer grupos y se turnan puestos para realizar proyectos en cine o video. Es así como surgen las “chambas de freelance” y de ahí en adelante se la pasan trabajando de camarógrafos, periodistas, o asistentes de producción, dirección y fotografía hasta que deciden irse al extranjero a hacer la maestría, tomar cursos o buscar su suerte. Una vez en el extranjero se dan cuenta de que se les valora más, que si trabajan duro, les va bien y que a pesar de ser vistos como exóticos, es posible encontrar fondos para sus proyectos.


Sin embargo el problema no solamente es del gobierno, el cual cuenta el cuento de que ya se aprobó un nuevo presupuesto “corregido y aumentado" para el fondo cinematográfico, después de vastas sesiones y gestiones. El mismo que alega que el cine puede ser deducible de impuestos y hasta promueve la expo locación para que los únicos que se interesen sean los extranjeros. Pero entonces, ¿quién tiene la culpa?


La culpa la tenemos todos. Desde el maestro que estudió cine, pero nunca hizo cine -o hizo un par de cosas cuasi experimentales y nada más- y que en lugar de alentar al futuro cineasta, insiste en seguir inculcando el modus operandi del cine comunista y artesanal - no comercial-. O las salas de cine que muestran películas nacionales poco dignas de exportación mientras se abstienen o les dan "chance" por una pusilánime semana a las producciones que brillan en el extranjero. Pero qué hay de nosotros, el público que muchas veces no se anima a ver una película mexicana hasta que esté validada por los extranjeros. Y ya para cuando eso sucede, usualmente no es posible verla en una sala de cine, como Dios manda, sino en la pantalla de nuestro televisor y eso ya no es lo mismo.

Y en el afán de contestar la pregunta, la respuesta fluye naturalmente... nuestros cineastas no juegan en casa por que no los dejan, por que el campo ya no está verde, por que se raspan cada vez que tratan, por que los árbitros están vendidos y por que lamentablemente el malinchismo sigue reinando en nuestras mentes. A la afición no le gusta ver perder a su equipo, tampoco le gusta que la subestimen y ya esta harta de situaciones negativas en la pantalla grande. Suficiente tenemos con los noticieros y lo que vemos a diario en la calle.


Entonces, en el momento en el que otro chico le comente con gran ilusión a su padre que quiere ser cineasta y este le conteste “A otro con ese cuento, te vas a morir de hambre”. El chico debería contestar, “No, si tú me apoyas. No si tú crees en mi pero sobretodo, no si tú y tus amigos y toda la familia van a ver lo que hago dándome una crítica constructiva que me aliente a ser mejor.” Así, el chico haría muchas películas con las cuales contribuiría a la economía del país, generando empleos y expresando su identidad nacional.


De esta forma chico y todos los cineastas vivirían felices por muchos años. Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado…

2 Comments:

Blogger Unknown said...

te faltó.....

AMÉN!....


esta usted llena de su razón!

saludos danny

8:42 PM  
Blogger Luis Ricardo said...

de acuerdo.

1:43 AM  

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