Is the end, the end?
Cada que camino en las estaciones del metro y miro los rieles me mareo. Después camino por las orillas amarrillas con las bollitas redondas supuestamente antiderrapantes. Me pongo a pensar en que pasaría si alguien pasara corriendo y sin querer me tumbara. Las ratas, las cucarachas y la basura. Los rieles fríos en mi espalda y cráneo. El olor a mierda del agua estancada. Y quien me va escuchar cuando grite? Los pocos que no portan sus pequeños audífonos blancos están escuchando al hombre que toca 5 tinas con un palo de madera y el resto de la gente son locos o vagabundos que se repiten a si mismos números, nombres y maldiciones. Será el final ahí? Cuando se enterarían mis amigos, mis compañeros de apartamento, mi familia, y la gente que me conoce.
En la noche me gustaba salir más. No tenia caso salir de día durante el invierno. Mucha nieve en la calle, mucha agua estancada de la nieve derretida. Mucho frío y poco sol. El invierno no es gratis. No puedes caminar y caminar por las calles sin necesidad de meterte a una tienda o un café. No puedes tener una cita en el muelle o en los parques. Pero a mi me gusta mas salir de noche, así no se nota mucho si tengo un grano en la cara o si no he dormido bien y tengo ojeras, todo lo que en realidad no importa se esconde. Y entonces cuando camino por las calles de Brooklyn para trasladarme de una estación a otra y no hay ni una sola alma, me pregunto que pasaría si de repente al doblar la esquina me espera alguien con mucha rabia y me asalta quitándome la cartera y todas mis identificaciones. O simplemente me abofetea y me viola en el asiento trasero de un carro abandonado que huele a orines. Y si grito, nadie me escuchara en esa calle por que es una calle comercial, las tiendas cierran después de las 8. Y los que viven ahí no escuchan por que están viendo una película con su surround sound. Es ese el fin?
O cuando tomo un tren a East Hampton a 3 horas de aquí para una entrevista de trabajo muy bien pagado. Me topo con un hombre de 43, soltero y maniático que necesita que le asista en su casa y jardín. Un hombre que no puede mirar a los ojos y viste como Rocky con jersey de mangas arrancadas. Es entonces cuando tomo el tren de regreso con 100 dólares en la mano y boleto pagado por la simple atención de perder mi tiempo al ir a entrevistarme. Con hambre pues la ensalada que comí no la disfrute debido a la compañía y llego de vuelta a Penn Station para agarrar el metro. Me duele la cabeza, llego a mi casa con deseos de salir pero sin energías. Sentarse en el Long Island Railroad no es cosa fácil. Y me pregunto si ahí hubiera sido mi fin, en donde accedo a quedarme a dormir todo el fin de semana con un lunático que quiere que haga "landscaping" en su enorme jardín en los Hamptons.
Al menos puedo decir que pronto será el fin para algo más. Esas seis horas en tren me las pase leyendo. Estoy por terminar EN AMERICA de Susan Sontag, el último regalo de Esteban.
Este si es el fin.....
del texto.
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